LOS CAMINANTES de Carlos Sisi

La literatura de terror es, al menos en mi opinión, una literatura de género cuyo disfrute está sometido a unas reglas distintas a las que aplicamos al resto de la literatura. Las novelas de zombies, en concreto, son un subgénero más específico si cabe, en el que esas reglas se deben aplicar con mucho más rigor. Al final estamos hablando de una persona o un grupo de personas, y un montón de muertos vivientes; la cosa admite muy pocas variaciones, pero infinidad de matices, y es ahí donde brilla la calidad.

Carlos Sisí ha escrito, partiendo de las premisas anteriores, una novela condenadamente buena. Como mañagueño de adopción que soy, me atrevo a afirmar que «Los Caminantes» es la novela que a muchos nos hubiera gustado escribir y que -desde luego- nos ha encantado leer. Una de esas pocas reglas del subgénero zombie tiene que ser forzosamente que el advenimiento de los muertos acaezca en una localización real. Y si Manuel Loureiro fue el genial pionero (al menos, en cuanto a momento de edición) de los zombies patrios, al final uno no tarda en llegar a la conclusión de que Pontevedra -a estos efectos- es lo que podría ser Washington o N.Y., un lugar ajeno. La historia es igualmente disfrutable («Los Caminantes» está enganchando a mucha gente que no conoce Málaga), pero sin duda que no es lo mismo cuando las hordas de muertos vivientes campan por las calles en las que el lector ha vivido (y aquí me permito una pequeña disgresión/spoiler: es imperdonable, aunque subsanable en la anunciada segunda parte de la obra, que la emblemática calle Larios no tenga sus -como poco- dos párrafos de psicosis putrefacta).

Atendiendo al resto de reglas del género, en «Los Caminantes» encontramos a un montón de personas corrientes que, enfrentadas al hecho de que los muertos vuelven de sus tumbas, se plantean, por un lado, la necesidad de sobrevivir, pero, por otro lado, y al mismo tiempo, se cuestionan de alguna manera los pilares básicos de la sociedad moderna. Eso es lo que busco yo en una novela de zombies, y eso es lo que tiene «Los Caminantes», lo que determina su perfecto ajuste a sus convenciones genéricas. Pero la obra también tiene algunos hallazgos brillantes, que amplían las reiteradas reglas de las historias sobre zombies, y aquí es donde destaca el perturbador personaje del padre Isidro, tan desconcertante como inesperado en el desarrollo de la trama.

En fin, que la novela -eficaz, honesta y tan malagueña como universal- merece el éxito que está cosechando entre los fans del género.