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LA HORA DEL MAR, de Carlos Sisí

Vale, sí, no es una novela de zombis. Concedido. Pero es una novela en la que Málaga tiene un papel muy destacado, y, además, su autor es unos de los máximos exponentes del género gracias a su trilogía «Los Caminantes», por lo que el comentario aquí está más que justificado. Y, en todo caso, la temática apocalíptica de «La Hora del Mar», un cocktail de sucesos inexplicables -a caballo entre la criptozoología y la invasión alienígena- a buen seguro es muy del gusto de todos los aficionados a las pandemias aniquiladoras, máxime cuando la historia está aderezada con generosas dosis de acción trepidante y muchas de las más modernas teorías de la conspiranoia sobrenatural.

Con «La Hora del Mar» Carlos Sisí nos ofrece un recorrido global por un mundo que se enfrenta a su propia extinción: los océanos se llenan de peces muertos y extrañas luces, un persistente zumbido sobrecoge toda la tierra, terremotos, tsunamis, y criaturas de pesadilla que arrasan las ciudades costeras ante la impotencia de los ejércitos (y, especialmente, entre estas ciudades, Málaga y su Alcazaba como punto de acceso al fin de la existencia humana). Una historia de proporciones épicas con mensaje ecologísta digna de la mejor superproducción de cine de catástrofes, en la que, como es ya marca de identidad del autor, encontramos un puñado de personajes comunes y corrientes que -por exigencias del guión- se enfrentan a circunstancias extraordinarias que les obligan a sacar lo mejor -o lo peor- que llevan dentro. La rebelión de la naturaleza contra la huminadad es la justificación perfecta para que Carlos Sisí vuela a impartir una magistral lección sobre el concepto mismo de la humanidad, sobre lo que nos hace humanos: el sacrificio, la bondad, el compromiso, el ansia de conocimiento, y tantas otras virtudes cuya presencia o ausencia destacan en los héroes y villanos accidentales que campan por las páginas de «La Hora del Mar».

Todo ello, además, urdido con los sabios mimbres narrativos de Carlos Sisí, maestro del cliffhanger, y auténtico traficante de adicción pura y dura, que hace que sea casi imposible soltar la novela hasta llegar a su final. Tras leer «La Hora del Mar» está claro que Carlos Sisí es -por derecho propio- una de las voces más autorizadas en la literatura de terror y ciencia ficción del panorama nacional, que maneja con la misma soltura una horda de no muertos que una invasión de monstruos marinos, y que nadie volverá a mirar igual las gambas de la paella.

EL MANANTIAL, de Alejandro Castroguer

Vamos a prescindir por un momento de toda la pirotecnia de sexo y violencia que fluye a lo largo de “El Manantial”, y que emparentan a la obra con clásicos de la letra impresa en sangre y semen (a la referencia más obvia de “El Señor de las Moscas” se pueden añadir desde las no menos obvias peripecias del “entrañable” Patrick Bateman de “American Psycho” hasta los desvaríos eugenésicos de “Las Benévolas”, pasando por el sadismo homo de Dennis Cooper). Si conseguimos bucear en las inquietas aguas de la obra, apartando los miembros –genitales o no– amputados que flotan con la corriente, nos enfrentamos a la esencia del mal, y a una incómoda reflexión sobre su carácter congénito o adquirido, y es ahí donde radica el principal interés de la novela.

No sabemos cuál es el origen de la enfermedad que ha transformado a la población en cadáveres hambrientos –más allá de la referencia a un posible accidente en el que están involucrados bombarderos cargados de cabezas nucleares–, y esto nos genera la misma inquietud que ya pudimos disfrutar en “La Carretera” de Cormac McCarhy. Pero más inquietante que lo anterior es el hecho de que tampoco sabemos –ni nos atrevemos a  imaginar– cuál es la fuente de la violencia física y psicológica de Abel y Verona, dos adolescentes criados en lo que más podría parecerse a una burbuja de protección dentro de un mundo completamente destruido. ¿Es uno de ellos intrínsecamente malvado y el otro se limita a aceptarlo y dejarse llevar? ¿Son las circunstancias extraordinarias que les impone la realidad las que han ido esculpiendo el carácter de los muchachos? ¿Existe la esperanza de un comportamiento humano, honesto y –en fin– bueno en alguno de ellos? La respuesta a estos interrogantes hay que buscarla en el devenir de la historia, y en las claves que Alejandro Castroguer ofrece al lector a lo largo de la misma: la relación con el padre ausente y el libro Malcovaldo de Italo Calvino, que ejerce de secreto manual de instrucciones del buen salvaje que se afana en buscar lo bello y lo bueno en una naturaleza mutada por la codicia consumista.

Dicho esto, sería injusto reducir “El Manantial” al indicado proceso reflexivo, pues los folleteos (las cosas por su nombre) y las torturas que jalonan la obra –y que, a veces, hacen difícil distinguir entre unos y otras– encajan a la perfección en una trama que avanza con la viscosidad e inevitabilidad con la que manan los fluidos corporales, y que atrapa al lector en su implacable devenir, trascendiendo géneros y convencionalismos.

 

LOS CAMINANTES: HADES NEBULA, de Carlos Sisí

Hades Nebula, tercera y última novela de la trilogía Los Caminantes de Carlos Sisí, plantea una terrible disyuntiva a todo aquel que, como el que suscribe, ha disfrutado hasta el éxtasis de sus dos entregas precedentes: por un lado, dar rienda suelta a la fatal curiosidad que te impele a conocer el destino último de los supervivientes de Carranque o, por otro, a mi al menos se me pasó por la cabeza, mantenerlo en una reserva eterna y no leerlo para que la historia no se cierre nunca, para no llegar al siempre triste momento en el que la palabra FIN te obligue a decir adios a José, Susana, Moses, Isabel y al resto de amigos con los que hemos pasado tantas penurias desde que los muertos se alzaron de sus tumbas en Málaga y en todo el mundo.
 
Al final, no sorprende a nadie, me pudo la curiosidad, y me embarqué en la siempre acelerada lectura del colofón de la saga que, con pulso firme y no pocos quiebros y requiebros, nos ha ofrecido Carlos Sisí, que -hay que decirlo- és una más que digna conclusión a la trilogía y no defraudará a ningún fan de la misma. Encontramos en Hades Nebula la ya demostrada habilidad del autor para enredar los sucesos en una vertiginosa carrera hacia un clímax catárquico, en la que se van sucediendo las situaciones extremas en las que los protagonistas se enfrentan a un constante «más dífícil todavía», pero también nos cruzamos con personajes -tanto en el bando de los vivos como en el de los caminantes- dibujados con un grado de detalle psicológico tal que parecen personas de carne y hueso (aunque en algunos casos, la carne se encuentre en avanzado estado de descomposición y los huesos presenten numerosas fracturas), y así el temible Muñeco o Pata de palo -otro zombi cuya triste situación nos hace reflexionar- son sólo dos ejemplos de la habilidad de Carlos Sisí para dotar de vida a sus creaciones de entre los muchos que encontramos en las páginas de Hades Nebula.
 
Si bien lo anterior justifica más que sobredamente la lectura de la obra, no puedo dejar destacar un acierto absoluto que, aún cuando ya estaba presente en sus antecesoras, me da la impresión de que destaca con mayor fuerza en el cierre de la trilogía, y es el hecho de que Hades Nebula escenifica a la perfección la batalla final entre el bien y el mal. No se trata de una confrontación en términos maniqueos, pues aunque tanto los personajes como sus decisiones o las situaciones a las que estos se enfrentan se ubican muchas veces en una zona gris, entre lo moralmente correcto y lo humanamente despreciable, la realidad es que toda la historia está vertebrada por un impulso de bondad -entendida como auténtica solidaridad y preocupación por el prójimo, por el débil- que, más que al terror de las legiones de muertos, se contrapone a cuanto el género humano tiene de soberbia y de egoismo (que, especialmente en momentos difíciles, no es poco). Con ello, Hades Nebula -y, en fin, la trilogía que cierra- trasciende el mero interés de un producto de genero, y se inscribe entre las obras que desgranan las luces y las sombras del espíritu humano y sus aspiraciones y anhelos, como ejemplifican las palabras de Moses casi al final de la novela.
 
En resumen, la única pega que se le puede poner a Hades Nebula (y siendo muy exigentes) es que implique el final de Los Caminantes, aunque, quien sabe, igual si somos muy pesados e insistentes, algún día, puede que dentro de unos años, Carlos Sisí quiera retomar la historia de los supervivientes de Carranque allí donde la dejó. Tanto si lo hace como si no, sin duda que estamos esperando la próxima obra que entregue a la imprenta.

PARA MI TU CARNE, VVAA

El colectivo Sevilla Escribe y varios amigos y simpatizantes nos presentan una selección de relatos de temática zombi que, además de demostrar la buena salud del género en nuestras tierras, nos permite disfrutar de nuevas composiciones de algunos de los maestros patrios del género (Carlos Sisí, Alejandro Castroguer o Juan de Dios Garduño), así como descubrir la habilidad de otras plumas con la carne en descomposición.
 
Ahora bien, decir que se trata de una recopilación de temática zombi es caer en un reduccionismo que no hace justicia en absoluto a la variedad de argumentos y situaciones de la obra: resonancias de un duelo propio del mejor western apocalíptico en el desierto almeriense de la mano de Carlos Sisí; el doblete de Alejandro castroguer, por una lado, compartiendo encierro con un asesino y un puñado de jóvenes disfuncionales en la catedral de Málaga, y, por otro, dándole una magistral vuelta a la historia con la verdad sobre los sucesos de Palomares; Juan de Dios Garduño nos ofrece una localidad privilegiada para asistir a un dilema moral de primer orden desde una azotea; Dico Jack representado por el flow de Manuel Mije, que repite también con algunos pequeños detalles (no por su tamaño menos conmovedores al tiempo que aterradores); la investigadora con Harley, catana y chupa de cuero de Vanessa Benitez, y -a cuatro manos con Alejandro Castroguer- el costumbrismo malagueño teñido de rojo sangre, fotografiado y enviado a Córdoba; el medio rural como escenario del advenimiento de los muertos de Pedro Escudero Zumel -que también se marca todo un thriller de tintes militares en el norte- y Felix Morales Hidalgo, cuya Carmela podría ser hija ilegítima de Berlanga; una doble mirada a la imposibilidad (o las simples dificultades dificultades prácticas) del amor en tiempos de zombis de Francisco Jesús Franco, desde el superviviente solitario hasta el seminarista vengativo; la toma de conciencia de uno de los actores principales del apocalípsis de Virginia Pérez; el sexo con los muertos bailongos de Juande Garduño Cuenca; una sesión doble con Juan Ángel Laguna: el roba-viejas que se mete donde no debe, y los ritos de iniciación en la infancia; el que esté libre de pecado tira la primera piedra, o una relectura moral del alzamiento de los muertos, por obra y arte de Luisfer Romero; y -last but not least- la trampa letal del marinerito cantor de Javier Sosa Garduño.
 
En definitiva, un cocktail se sangre y otros fluidos corporales propios de la putrefacción de la carne que hará las delicias de los aficionados al género, y que acredita que los muertos vivientes funcionan lo mismo en corto que en largo.

LOS CAMINANTES: NECRÓPOLIS de Carlos Sisi

Continúa la saga de los supervivientes del polideportivo de Carranque que nos trae Carlos Sisi (magnífico escritor, y -no nos cansamos de decirlo- magnífica persona), cuyos protagonistas se tendrán que enfrentar a nuevos y terribles problemas, no precisamente limitados a las legiones de muertos comandadas por el padre Isidro, pues -al fin y al cabo, y como todos sabemos- muchas veces los vivos son más peligrosos que los muertos, incluso que los muertos que se han alzado de sus tumbas.

En efecto, uno de los mayores aciertos de la novela es la presencia de un personaje antagonista que conspira para hacérselas pasar canutas a los protagonistas, en paralelo, pero de forma independiente, a las maldades del padre Isidro. Un vivo que disfruta de la impunidad absoluta que ha traído el apocalipsis zombi, y que se une a los nuevos personajes que Carlos Sisi cruza en las vidas de los supervivientes malagueños, de entre los que me encanta, entre otros, Bob, el zombi de la piscina, cuya desesperada situación es un auténtico arranque de genialidad.

A pesar de que no perdonamos al autor por la muerte de uno de estos nuevos personajes (SPOILER ALERT: sí, ese, el que tiene cuatro patas y pelo) estamos deseando que llegue el día de la inminente publicación de Hades Nebula, para seguir corriendo aventuras con el grupo de Carranque, que ya forma parte del imaginario colectivo malagueño.

 

LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE de Alejandro Castroguer

Por más que, en efecto, insisto, la literatura zombi pueda considerarse un género específico, sometido a sus muy bien definidas reglas, en ocasiones encontramos obras que van mucho más allá, y que superan las limitaciones genéricas para hacer de la pandemia de los muertos un producto cultural absolutamente distinto. La novela que nos ocupa es uno de esos casos, en tanto que está más cerca del Pedro Páramo de Juan Rulfo o de Cien Años de Soledad que de los convencionalismos del género: tanto en su lenguaje como en su estructura apreciamos una clara distinción respecto de otras obras sobre (o de) zombis.

Asistimos a una Andalucía irreal, devastada por la guerra entre los muertos y los vivos, y nuestros acompañantes y protagonistas del relato son, precisamente, tres muertos devueltos a la vida, a una nueva no-vida, en la que las motivaciones que les movían cuando se encontraban vivos han sido olvidadas o mutadas irremediablemente por un hambre incesante. Un detective que viaja al corazón de la contienda en acto de servicios y oscuros experimentos científicos completan el cocktail letal que nos ofrece Alejandro Castroguer en sus funciones de exquisito barman.

Son muchos los escenarios andaluces en los que transcurre la Guerra de la Doble Muerte, pero nos quedamos sin duda con la trepidante acción que tiene lugar en nuestro querido edificio de La Equitativa. Y, en todo caso, más allá del detalle de las localizaciones, nos quedamos con una obra que demuestra que el género zombi está también abierto a la exquisitez.

APOCALIPSIS Z: LOS DÍAS OSCUROS de Manuel Loureiro

El pionero, al menos en cuanto se refiere a edición profesional, de la literatura zombi en España nos entrega la segunda, y confiamos en que, como poco, penùltima, entrega de su Apocalipsis Z, que continùa con la historia de un pequeño grupo de supervivientes allí lo dejó la primera parte.

Asì, la huìda de los protagonistas hasta un aparente reducto de civilización en las islas Canarias sirve a Loureiro para imaginar la vida después de la infección (que claro està, no es fàcil), ademàs de para -en mi opinión, un arranque de genialidad- introducir unas ciertas dosis de distopía política en nuestro futuro próximo a cuenta de los temibles y temidos Froilos.

Por lo demàs, la trama mantiene una magnìfica tensiòn en todo momento, con la alternancia de distintos segmentos narrativos, sin duda alentada por la habilidad forense del autor, que brilla en su capacidad para resumir la primera novela en las diez pàginas iniciales de la que ahora nos ocupa, y deslumbra en la elección de las siglas del Tribunal Superior de Justicia para designar al virus que està transformando en zombis a los muertos.

Por supuesto, esperamos la tercera parte con ilusión, porque a pesar de la horda de títulos de temàtica zombie que campa por las librerìas, Loureiro y los protagonistas de sus historias ya han infectado nuestro sistema.

DESCANSA EN PAZ de John Ajvide Lindqvist

Tuve la fortuna de leer «Déjame Entrar» antes de ver la película homónima, y la novela -al contrario que su adaptación- engancha bastante, hasta el punto de que su agilidad contrasta con el lento ladrillazo del film- y no está sometida a la (auto)censura políticamente correcta que mutila la peli. Por ello, y porque -no nos engañemos- el tema zombie me atrae, decidí echarle un tiento a «Descansa en Paz», que parece ser una obra anterior de su autor (cuyo nombre me resulta impronunciable) rescatada para agotar su filón comercial.

No obstante, la trama encuentra sus momentos más brillantes en el planteamiento inicial del regreso de los muertos: las subidas de tensión eléctrica, y el hecho de que los que regresan no presenten la actitud agresiva propia del zombie clásico. Esto ofrece además la posibilidad de recrearse en los complejos dilemas a los que se enfrentan los familiares de los difuntos, según su estado de descomposición o sucesos luctuosos del pasado común. Pero, por otra parte, la historia va perdiendo pegada a medida que avanza, y el final es digno de los peores delirios de Stephen King, cuya influencia se deja sentir bastante en esta novela.

Por tanto, «Descansa en Paz» puede muy bien calificarse de literatura cómoda de leer, que entretiene sin renunciar a unas ciertas dosis de interés y calidad, como ocurría con «Déjame Entrar» aunque resulta bastante claro que la historia del vampiro es -paradojas de la no-vida- mucho más adulta que la de estos zombies.

LOS CAMINANTES de Carlos Sisi

La literatura de terror es, al menos en mi opinión, una literatura de género cuyo disfrute está sometido a unas reglas distintas a las que aplicamos al resto de la literatura. Las novelas de zombies, en concreto, son un subgénero más específico si cabe, en el que esas reglas se deben aplicar con mucho más rigor. Al final estamos hablando de una persona o un grupo de personas, y un montón de muertos vivientes; la cosa admite muy pocas variaciones, pero infinidad de matices, y es ahí donde brilla la calidad.

Carlos Sisí ha escrito, partiendo de las premisas anteriores, una novela condenadamente buena. Como mañagueño de adopción que soy, me atrevo a afirmar que «Los Caminantes» es la novela que a muchos nos hubiera gustado escribir y que -desde luego- nos ha encantado leer. Una de esas pocas reglas del subgénero zombie tiene que ser forzosamente que el advenimiento de los muertos acaezca en una localización real. Y si Manuel Loureiro fue el genial pionero (al menos, en cuanto a momento de edición) de los zombies patrios, al final uno no tarda en llegar a la conclusión de que Pontevedra -a estos efectos- es lo que podría ser Washington o N.Y., un lugar ajeno. La historia es igualmente disfrutable («Los Caminantes» está enganchando a mucha gente que no conoce Málaga), pero sin duda que no es lo mismo cuando las hordas de muertos vivientes campan por las calles en las que el lector ha vivido (y aquí me permito una pequeña disgresión/spoiler: es imperdonable, aunque subsanable en la anunciada segunda parte de la obra, que la emblemática calle Larios no tenga sus -como poco- dos párrafos de psicosis putrefacta).

Atendiendo al resto de reglas del género, en «Los Caminantes» encontramos a un montón de personas corrientes que, enfrentadas al hecho de que los muertos vuelven de sus tumbas, se plantean, por un lado, la necesidad de sobrevivir, pero, por otro lado, y al mismo tiempo, se cuestionan de alguna manera los pilares básicos de la sociedad moderna. Eso es lo que busco yo en una novela de zombies, y eso es lo que tiene «Los Caminantes», lo que determina su perfecto ajuste a sus convenciones genéricas. Pero la obra también tiene algunos hallazgos brillantes, que amplían las reiteradas reglas de las historias sobre zombies, y aquí es donde destaca el perturbador personaje del padre Isidro, tan desconcertante como inesperado en el desarrollo de la trama.

En fin, que la novela -eficaz, honesta y tan malagueña como universal- merece el éxito que está cosechando entre los fans del género.